Roberto es uno de los sobrevivientes de la
Guerra de las Malvinas, un cincuentón solitario y obsesivo que tiene
ferretería de barrio y colecciona
noticias de los diarios que le llaman su
atención por lo paradójico e increíble,
como aquella en la que una vaca cayó desde un avión, matando a una jovencita.
Un
día su repetida cotidianidad se ve
alterada por la aparición de un joven chino recién llegado a Buenos Aires, que
no habla castellano y necesita encontrar a un familiar.
Ante la poca
colaboración de la policía y las embajadas, decide acogerlo por una semana hasta hallar una
solución.
En ese poco tiempo la hostil relación se irá modificando, llevando a
Roberto a un necesario replanteo. Estamos ante una historia no necesariamente de amistad, pero sí de
solidaridad, de amor al prójimo, del amparo frente al desamparado, y,
lógicamente, de la trasformación interna
de un hombre común.
“La
metáfora más evidente” de este cambio se da en lo que se produce en el patio de
la casa de Roberto: un espacio desolado, arrumado, lleno de porquerías del
pasado que ocupaban lugar sin sentido, que de a poco, es vaciado y puesto a
nuevos -reconstruidos- con una pared blanca recién pintada.
Con la caricatura de una vaca exuberante y
colmada de vida ¡Una vaca que en el pasado, en la vida del chino, fue
sinónimo de pérdida! pero en la vida de
Roberto equivale al futuro y el amor en pareja.
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